Fisuras del viento
Orietta Lozano

Eloísa y Abelardo o la hora de la sed
Él dijo: soy de ti,
soy hijo y padre de nosotros
y te busco entre las rocas y los peces,
en los cuatro costados
de tu devoción y de tu ira.
No te olvido;
el tiempo es una esfinge irrepetible,
el séptimo ojo hambriento y en vigilia,
la infinita mirada del amor.
Y en la noche hemos de mirarnos
en el espejo de la noche,
y en el día
en el agua de los días.
Ella dijo: no me des nada,
solo quítame la seña y la lepra del olvido.
Voy por ti despacio, prevenida,
como cuando al fuego lo alimento
de ramas, de especias, de espirales,
y me retiro a lo alto de la llama
antes de que todo lo consuma.
Regálame la hora en que sobrevive
la calma después de la tempestad furiosa.
Él dijo: soy de ti,
y entre los sentidos
de la contemplación y de la carne,
te he de dar mi pequeño Cristo de zafiros,
una nada, y el primer árbol de la tierra;
un vacío,
y la lengua que hablan
los que pierden la noción del tiempo.
Déjame ver el crepúsculo
a través de tu mirada,
la que petrifica, la que fija,
la que no recuerda.
Ella dijo: no me des nada,
solo olvídame,
porque en el olvido
está la esencia del recuerdo,
del inicio,
en tu olvido te aproximas,
me usurpas y me vences
y al final vencida
penetro intocable y dulcemente
en la rendija más oscura
que para mí iluminas.
Tembloroso y sin premura,
con las yemas de tus dedos,
vuelve y toca la herida de mi lluvia
y procura no venir,
con la vestidura dolorosa de la culpa,
con el tatuaje original de la condena.
No me dejes y ven pronto,
como el viento que galopa
suave en el lomo de las aguas.
Mézclame en el agua de tu dios
y extráela y bébela y retenla por siempre
en la hora de tu sed.
Él dijo: soy el padre de tu hijo nunca visto,
soy tu hijo en las entrañas de tu tierra
y después de nada poseer, y estar perdido,
soy el prófugo, tu amigo eterno.
Tú por siempre, la más desconocida,
y nueva en mi memoria.
Ella dijo: que no me salve nada,
salvo la espina del dolor
que tiembla ya, y desde siempre,
en la espina de mi espalda,
salvo el dolor,
donde yace la alquimia de mi ansia.
Hazte uno con el padre y con el hijo,
hazte uno con Dios,
y omnipresente,
estando en tu morada,
hazte presente en mi morada.
Siéntate a la mesa y bebe de mi vino
y alguna vez ebrio, desgarra el temblor
de tu carne, en la encrucijada de mi cuerpo.
Él dijo: voy por ti despacio,
muchacha desquiciada
llevando en mi verbo
la oración del desatino,
y como antes,
y ahora y ya por siempre,
tiemblo en la encrucijada de tu carne.
Estando con él, estoy contigo;
y como el agua y el aceite
mi pensamiento se divide;
y después de tocarte y usurparte,
no habrá otra, ni ninguna otra,
ungida en mi memoria.
Ella dijo: date prisa
que mi cuerpo no resiste;
y aunque suele oler
el ungüento del ungido,
no me basta la inocencia,
ni la ascensión de tu deseo,
hacia el arco de los cielos.
El amor sueña con la lluvia
Porque te amo llueve,
el tiempo agujerea los espacios
y en la piedra se inscribe una escritura.
Llueve indescifrable movimiento
y una vestidura infinita
viste el corazón y abre una herida.
Ardor que sube entre los huesos
y de la sangre crea un lago
donde se enferman Dios y los insectos,
Dios deja de estar en todas partes
porque en cada parte yo te veo;
delante de él, nos deshacemos, nos diluimos,
nos entregamos vueltos viento, agua y tierra.
Te amo y llueve,
tu movimiento vibra en todas partes,
estupor violento, agitación serena,
delirante reflexión, fijeza que traslada,
señal que se agita en el silencio,
toca y confunde, habla y desvela,
sueño que avanza, retorna,
sujeta y forma
un fuego, un circuito, un círculo perpetuo.
Te amo y llueve,
tu movimiento ondula en todas partes,
esparce por el bosque un soplo,
agita las raíces, brota la palabra
y transfigura el tiempo.
Tú eres todas las cosas,
un lobo, una cadena, una cicatriz, un búho,
el reloj en la indescifrable hora, Dios, el ángel extraviado,
y en cada cosa engendras movimiento.
Ada o el ardor
(Para él, que tanto la recuerda)
Descúbrete los senos y mira la luna;
la verás vibrar en su centro
convulsivamente.
Juego terrible
de tipo inocente.
¿Te acuerdas de Ada?
Inventando el lenguaje
que arde en la piel de la muerte.
La belleza roja que coleccionaba hojas
y guardaba la palabra botánica
como un mito.
Un día la pequeña Lucette la sorprendió
con el suicidio…
La noche se cubre de V.A.A.V.A.A.A.R.
Orietta Lozano
Cali, Colombia
Ha sido directora de la Biblioteca Municipal de Cali. Su obra incluye poesía, narrativa y ensayos literarios. Parte de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, italiano y portugués, y publicados en antologías de Colombia e Hispanoamérica. Ha participado en festivales de poesía en Francia, Estados Unidos y Colombia. Durante la XIII Biennale Internationale des Poètes, en Francia, estuvo invitada a su "Seminario de traducción de poetas extranjeros", cuyos participantes traducirían su libro Agua ebria. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, con su poemario El vampiro esperado. Ha publicado el ensayo Alejandra Pizarnik (Editorial Tiempo Presente, Bogotá), la novela Luminar (Editorial Universidad del Valle, Cali) y los libros de poesía Fuego secreto (Editorial Puesto de Combate, Bogotá), Memoria de los espejos (Editorial Puesto de Combate, Bogotá), El vampiro esperado (Editorial Puesto de Combate, Bogotá), Antología amorosa (Editorial Tiempo Presente, Bogotá), El solar de la esfera (Editorial Universidad del Valle, Cali), Peldaños de agua (Editorial Caza de Libros, Ibagué), Resplandor del abismo (Editorial Universidad Externado de Colombia, Bogotá), Albacea de la luz (Editorial Cuadernos Negros, Calarcá, Quindío), La herida de los siglos (Editorial Uniediciones, Bogotá) y Letanía del silencio (Editorial Pigmalión, España).
§
Los poemas seleccionados pertenecen a Fisuras del viento (El Taller Blanco Ediciones, Colección Voz Aislada, 2021)