La poética como una casa para leer el mundo
Juan Carlos Acevedo Ramos

Y el fuego, el que reúne, también entrega: Cocina.
Y la casa es también la mesa, su otro fuego.
El vital, el que sostiene.
Hugo Mujica
Desde la otra orilla es el segundo libro individual que nos presenta la poeta colombiana Martha Cecilia Ortiz Quijano. En el 2020 fue incluido en la "Colección Obra Abierta" de Seshat Editorial, en una primera edición a cargo del escritor Zeuxis Vargas. De la poeta también ya habíamos conocido sus poemas en el libro individual De Eros a Tánatos (edición cartonera) y los libros en coautoría como La palabra en boca de Eros (2008), Amores urbanos (2013 y 2014) y Trébol de cuatro hojas (2014). Hoy, El Taller Blanco Ediciones reúne una amplia muestra de su poética ajustada, ampliada y definitiva en una segunda edición.
De la poeta también ya habíamos conocido sus poemas en el libro individual "De Eros a Tánatos" edición cartonera y los libros en coautoría ...
Adentrarnos en los poemas de Martha Cecilia Ortiz Quijano (Tumaco, Nariño), es llegar a ellos siguiendo la huella de hondos poemas que pueden jugar a ir de Eros a Tánatos, esa doble vía entre el amor y la muerte, el deseo y las cenizas. Estos poemas que leemos nos dejan frente a la puerta de su libro Desde la otra orilla. Al abrirlo, cada página, cada frase, cada palabra y cada letra nos dice que una verdadera poeta habita esa casa, la casa secreta de la poesía.
Podemos tomarnos una licencia para entender como lectores esta poética desde las cuatro habitaciones que la conforman, y así acceder a cada una de ellas a través de los versos que en más de dos décadas ha escrito Martha Cecilia.
La imagen de leer su poesía como una casa no es gratuita, ni siquiera es una imagen que quiere parecer literaria. Ésta es, en verdad, la imagen de la fuerza ancestral de la madera que sostiene su pasado cerca del mar y que está atada con los verdaderos, los genuinos lazos de la infancia que teje a su vez la familia y que nos deja entrar en su primera habitación titulada Desde la tierra a la raíz, cuya casa ya es el poema mismo cuando leemos "Abuela Tina":
[…] La casa de mi abuela de madera y azotea
de corredores amplios y veraneras
y una escalera que lleva a un cielo desconocido.
La casa de mi abuela con carbón siempre tibio y comida fresca,
los ecos de mi infancia
aún conservan la risa de traviesa
en un cofre olvidado de esta casa vieja. […]
Y al buscar la casa como arquitectura propia para edificar una poesía con la fuerza del manglar, Martha Cecilia debe reencontrarse con su pasado que es ella misma y que por supuesto nos lo deja conocer desde el poema "Noche primigenia":
[…]La noche en que nací
una tormenta era mi casa.
Los rayos iluminaron el vientre de mi madre. […]
De ahí que la imagen de la casa no sea poética porque sí. No, ésta es una imagen que sale desde la naturaleza misma con su violencia y su tranquilidad, del olor de los alimentos que habitan sus renglones y esa naturaleza, esos olores, esos alimentos —a la manera de Proust — reconstruyen la obra de Ortiz Quijano a través de los recuerdos, materia imprescindible en sus búsquedas. El poema "Receta de amor"puede servirnos de guía:
[…]Tiene tatuado el litoral, mi madre en sus manos.
Sus manos huelen a cebolla, ajo, romero y albahaca.
Entre trastos, especias y manjares va guisando su historia. […]
Sin embargo, en esta primera habitación, la muerte hará sus primeras presencias y llegará a traición y la sangre será herida desde la raíz; la pérdida de su hermano y su padre encontrarán sosiego en poemas como "Sentencia de muerte":
[…]Yo perdí un hermano y no fue en la guerra
un bicho se le metió en el cuerpo un día,
consumió su carne y debilitó sus huesos.
Su ángel de la guarda lo abandonó desde la cuna
su compañera de juegos siempre fue la muerte,
la sentencia a ser niño, fue su única certeza.
nunca el amor tocaría su puerta,
nunca otro niño le diría; papá. […]
[…] Yo perdí un hermano y no fue en la guerra.
Un bicho se le metió en el cuerpo un día,
consumió su carne y debilitó sus huesos.
Su ángel de la guarda lo abandonó desde la cuna,
su compañera de juegos siempre fue la muerte.
La sentencia a ser niño fue su única certeza.
Nunca el amor tocaría su puerta,
nunca otro niño le diría "papá". […]
Y entre el dolor, los quebrantos y la desesperanza, hallaremos en esta construcción pasillos, corredores o viejos zaguanes que conducirán, por ejemplo, a las calles y su anonimato que también es uno de los cuartos del libro. La autora lo llama "Poéticas de ciudad" desde donde se ve cada esquina y cada situación de la urbe que la habita. El poema "Un paso-ancho de río"nos permite ver desde los ojos de la poeta:
[…]Dos mundos lejanos se miran de soslayo.
La muerte hace ronda cada jueves.
Un camino de sangre corre río abajo. […]
O el "Poema a los N.N.":
[…]Los muertos hablan a través de las piedras de un río
gritos que nadie escucha
cuerpos sin nombres y sin apellidos
a esos que nunca se les rezó
―un brille para él la luz perpetua― […]
Y es que, desde sus cuartos y sus ventanas, es decir, desde sus versos, la poeta observa una realidad que no le es ajena y en cada línea parece dejar la huella indeleble para que el olvido no borre para siempre una historia marcada por ausencias y muertes en Cali; esa ciudad donde pasa sus días y que no es sino el espejo donde todos nos podemos mirar desde nuestras ciudades.
Pero si de habitaciones oscuras se trata, hago alusión al dolor en la poesía de Martha Cecilia; nos encontramos en su hogar de palabras para que el sufrimiento y los desgastes encuentren espacios. También hallamos otras palabras donde la luz lo ilumina todo. Así el visitante encontrará el cuarto que nuestra poeta titula "Entrega de armas". De nuevo ese ir y venir entre el amor y la muerte hace presencia y los textos poéticos como "Un nombre hecho de agua", "Mandrágora", "El espejo de un solitario" o "Confesión" dan la libertad, el descubrimiento, la pasión y la lujuria, el recuerdo, los anhelos y lo que ya fue o no fue posible en el otro; es decir, la manera de ratificarse en una vida que procura no dejar pasar sin vivirla plenamente. Los versos de su tercera parte del libro hablan de imágenes como éstas:
[…]Tu nombre contiene al sueño
contiene al pájaro que nunca fue enjaulado,
a la estrella de mar que fue expulsada del cielo,
me
contiene a mí,
sedienta de tu sal, de tu oleaje,
de la fuerza, que te habita. […]
(Del poema "Un nombre hecho de agua")
***
[…]En esta noche, te pido
que al salir de este claustro
borres mi nombre
mi imagen y mis pecados,
no habrá en mi haber
ni penitencias
ni avemarías,
no busco la absolución divina,
mucho menos, ese pedazo de cielo en tu regazo.
(Del poema "Confesión")
Venimos como lectores desde dentro de la casa y en la cocina, laboratorio de palabras, el fuego que reúne, el que da olor, sabor y consistencia a los alimentos, nos deja cruzar a habitaciones donde la muerte se posó alguna vez y a otras donde el deseo se hizo piel y sudor y pasión. Esto permite ver que desde la ventana y las calles se llenaron de voces para hablar de amores rotos o de los muertos que llevamos a todos lados. Todo nos deja, por último, en la génesis de la poesía misma que reúne en su libro Desde la otra orilla.
La autora lo sabe; comprende las leyendas y sortilegios para bendecir o recordar las invocaciones y las plegarias que descubren rumores de esquina y sirenas que anuncian los caídos sin nombres; conoce el poder ancestral de las palabras que fundan, que dan existencia y sin ellas se pregunta —en la última habitación que conoceremos como "Palabras sueltas"— a través de su Arte Poética:
[…] ¿Qué haría yo?
si un día las palabras se acaban […]
Trascendental pregunta que ella misma trata de resolver en cada línea escrita en estos últimos poemas muy cortos, que dejan entrar las dudas y las evocaciones.
Si logramos entender el libro Desde la otra orilla como una casa, una que se hace con palabras, podríamos entender esa frase de Hugo Mujica que dice: "la casa es […] geografía de nuestra extensión". Y al serlo nos dice que construimos nuestra casa como queremos que sea. ¿Por qué? Sencillo: ella nos refleja, nos abarca, nos dice "esto eres". Y si leemos el libro Desde la otra orilla diríamos que eso sentimos en cada línea de Martha Cecilia, en ella el poema es "geografía de su extensión", a la manera de Mujica.
Este libro es ella. La poeta vive en cada habitación. Habitar esta casa de papel y tinta no es otra cosa que vivir en un refugio. Ella, generosa, la ofrece a sus lectores en forma de libro: como un hogar para refugiarnos de un mundo a veces despiadado, otras veces benévolo…, pero un mundo donde no estamos del todo tan cómodos y por eso la poesía se hace necesaria.
Manizales al inicio de una primavera en postpandemia.
27 de marzo de 2022
***
Prólogo de Desde la otra orilla (El Taller Blanco Ediciones, Colección Voz Aislada, 2022)